¿Alguien al volante en Euskadi?
Detrás de todas las malditas guerras hay canallas que las hacen e inocentes que las pagan. En su forma más trágica, tal y como vemos en Ucrania, en forma de miles de vidas humanas perdidas y millones de personas refugiadas.
En Europa, en Euskadi en nuestro caso, terminamos contabilizando esta tragedia en términos de otras facturas más cotidianas para nosotras: las económicas. También éstas tienden a ser pagadas por quienes menos responsabilidad tienen y más vulnerables son.
Conviene avisar: la actual crisis inflacionaria no puede servir de excusa, como los prescriptores de recetas neoliberales ya pretenden, para atacar el empleo y los salarios, para imponer más sacrificios a las mayorías sociales. Necesitamos justo lo contrario para que no paguen los y las de siempre.
En primer lugar, es urgente responder de la manera mas inmediata posible a las necesidades básicas de la ciudadanía vasca. En este sentido, debemos blindar el poder adquisitivo de la clase trabajadora, proteger los empleos frente al despido e impulsar propuestas que permitan la ampliación de la cobertura y alcance del actual sistema vasco de protección social: reforzar la RGI, aprobar medidas adicionales tales como la implementación de una prestación universal de crianza, de 100 euros por hijo o hija, o crear un complemento de 250€ mensuales a las pensiones de menos de 1.000€. Así se lo hemos pedido al lehendakari.
En segundo lugar, que lo urgente no impida afrontar lo importante.
Aunque las medidas mencionadas y otras más, son medidas muy necesarias que actuarían de red de protección ante una crisis que se prevé larga e intensa, no nos engañemos, son remiendos a un viejo sistema que tiene ya demasiados agujeros. No solucionan el deterioro de un modelo que es incapaz de garantizar vidas dignas, vidas buenas, a la ciudadanía y mucho menos a las futuras generaciones.
Esta crisis económica parte de una crisis energética que no es consecuencia directa de la guerra en Ucrania. Del mismo modo que la pandemia evidenció las grietas de nuestro sistema sanitario, esta guerra ha puesto sobre la mesa la fragilidad de Euskadi en materia energética. Es decir, se ha acentuado un problema que ya padecíamos antes, y que es fruto de nuestra absoluta dependencia del oligopolio energético.
En definitiva, las crisis provocadas por la pandemia y por la guerra en Ucrania han evidenciado las debilidades de nuestro sistema: un sistema de protección social cada vez más mercantilizado, con unos servicios públicos de sanidad, de cuidados, insuficientes y un modelo energético dañino no sólo para el planeta sino para el bienestar de las personas, de las familias.
¿No son ya suficientes indicios de que no vamos bien? ¿No hay nadie al volante en Euskadi?
Lo que ha propuesto el lehendakari es más de lo mismo. No hay una reflexión de modelo de país. Se quiere perpetuar lo que es necesario cambiar, sin cuestionarse nada. Lamentablemente, el Gobierno vasco con el PNV al frente está enquistado en su viejo modelo neoliberal, que va socavando poco a poco las principales riquezas de la sociedad vasca: su carácter emprendedor y cooperativo, sus valores solidarios e igualitarios, su idea del bienestar y de lo común, su estrecha relación con la naturaleza, con la tierra y su cuidado,… al optar por una economía virtual, liquida, especulativa, muy poco respetuosa con la vida de los vascos y vascas y con nuestra tierra.
Es hora de hacer girar el volante entre todas y cambiar el rumbo; de diseñar un programa de transición con una hoja de ruta hacia un nuevo país, con un sistema económico y social más sostenible e igualitario, más feminista, más nuestro.
Un proyecto de país que insufle esperanza a la juventud vasca, que ofrezca garantías a la gente trabajadora y que interpele a las mujeres: hablemos pues del reparto de trabajo (productivo y reproductivo) y de reducir la jornada laboral, del reparto de la riqueza y de apostar por una fiscalidad mas progresiva y justa, de la provisión de vivienda digna y asequible, de un sistema vasco universal de cuidados, de salud mental o de una transición ecológica justa pensada desde una perspectiva comunitaria.
Tomemos nota. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, la Francia Insumisa ha hecho propuestas valientes, transformadoras, de izquierda y ha estado muy cerca de pasar a la segunda vuelta. El resto de la izquierda, incluidos los socialistas, se han hundido anclados a sus viejas recetas.
Unidad, claridad en el discurso y propuestas transformadoras que interpelen a las mayorías sociales son algunos de los ingredientes necesarios para conformar un Frente amplio que ilusione y devuelva la esperanza. Este es el reto también en Euskadi.
PODEMOS Ahal Dugu